El 2 de octubre de 1968 marcó para siempre la historia de México. Esa tarde, en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, Ciudad de México, miles de estudiantes y simpatizantes se reunieron en un mitin pacífico que exigía libertades democráticas y el fin de la represión gubernamental. Lo que debía ser un acto de resistencia cívica terminó convertido en una de las tragedias más dolorosas de la nación: una masacre que dejó muertos, heridos y detenidos, y cuyo eco aún resuena con fuerza más de medio siglo después.
El Movimiento Estudiantil de 1968 no surgió de la nada. Desde julio de ese año, estudiantes del Instituto Politécnico Nacional y de la Universidad Nacional Autónoma de México comenzaron a organizarse tras actos de represión policiaca. Las demandas eran claras: respeto a la autonomía universitaria, libertad de presos políticos y cese de la violencia del Estado. La protesta alcanzó su punto más álgido en septiembre, justo a diez días de la inauguración de los Juegos Olímpicos de México.
El operativo en Tlatelolco: señales y represión
El 2 de octubre, alrededor de las 18:15 horas, el Ejército y fuerzas especiales —incluido el Batallón Olimpia— rodearon la Plaza de las Tres Culturas. Testimonios y documentos desclasificados revelan que bengalas lanzadas al cielo sirvieron como señales para iniciar la ofensiva. Lo que siguió fueron disparos, caos y miedo. Agentes de civil y tiradores vinculados al Estado actuaron de forma coordinada, contradiciendo la versión oficial que culpaba a los estudiantes de provocar la violencia.
Víctimas y cifras ocultas
Hasta hoy no existe un número definitivo de víctimas. Las cifras oficiales hablaron de algunas decenas, pero reportes académicos, organismos de derechos humanos y archivos históricos señalan entre 300 y 400 muertos, además de más de mil detenidos. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) reconoce que el saldo real continúa sin esclarecerse debido al encubrimiento sistemático de la época.
Encubrimiento y archivos desclasificados
Décadas después, documentos liberados en Estados Unidos por el National Security Archive revelaron la magnitud de la represión y el manejo político posterior. En México, la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP) elaboró un informe que documenta violaciones graves a los derechos humanos, no solo en 1968, sino también en los años posteriores de la llamada “Guerra Sucia”.
Justicia y procesos inconclusos
En 2006, la justicia mexicana procesó al expresidente Luis Echeverría Álvarez por genocidio, tanto por la masacre de 1968 como por la del “Halconazo” en 1971. Sin embargo, el caso se diluyó entre tecnicismos legales y nunca hubo una sentencia condenatoria firme. Organizaciones como el Comité 68 han insistido en que no puede hablarse de exoneración, pues la responsabilidad histórica y moral permanece intacta.
Memoria viva: “2 de octubre no se olvida”
Lejos de quedar en el pasado, el 2 de octubre se convirtió en símbolo de resistencia. Cada año, miles de personas marchan desde Tlatelolco hasta el Zócalo capitalino con la consigna: “2 de octubre no se olvida”. Este 2025 no será la excepción: la demanda de verdad y justicia sigue viva.
La memoria se resguarda también en instituciones como el Memorial del 68 (M68) y el Centro Cultural Universitario Tlatelolco (UNAM), que preservan testimonios, archivos y exposiciones permanentes. A ello se suman esfuerzos del Archivo General de la Nación, la CNDH y el INAH, que cada año promueven materiales conmemorativos.
Homenaje a los estudiantes y sus familias
Hablar del 2 de octubre es hablar de dolor, pero también de dignidad. Los estudiantes del 68 representan la voz de una generación que se negó a callar frente a la represión. Su sacrificio es un recordatorio permanente de que la democracia y los derechos humanos deben protegerse y ejercerse día a día.
Este homenaje es también para las familias de las víctimas, quienes cargan con la ausencia, la incertidumbre y el recuerdo. A ellas se les debe la exigencia de justicia que, a pesar del paso de los años, no se ha apagado.
Memoria, verdad y justicia
El 2 de octubre de 1968 no es un episodio aislado, sino un parteaguas en la historia de México. Recordarlo no es solo un acto de memoria, sino un compromiso con el presente y el futuro: que la represión no vuelva a repetirse, que las voces estudiantiles sean escuchadas, que la democracia se ejerza con respeto a la vida y la libertad.
En Notidex reafirmamos que el 2 de octubre no se olvida. Porque mantener viva la memoria es también una forma de hacer justicia.