Cada 26 de mayo se celebra el Día Mundial de Drácula, una efeméride que conmemora la publicación del célebre libro de Bram Stoker en 1897. Pero más allá del personaje literario, existe una figura histórica aún más aterradora: Vlad III de Valaquia, también conocido como Vlad el Empalador o Vlad Drácula, cuya brutalidad marcó profundamente la historia de Europa del Este y sirvió de inspiración para el famoso conde vampiro.
Nacido en 1431 en Transilvania, Vlad III fue un líder militar valaco que gobernó Valaquia en diferentes periodos entre 1448 y 1476. Su sobrenombre, Drácula, significa “hijo del Dragón”, derivado de su padre, Vlad II, miembro de la Orden del Dragón, una sociedad caballeresca cristiana dedicada a combatir la expansión otomana.
Vlad III fue conocido por su política de represión extrema, la aplicación implacable de justicia y una crueldad que trascendió fronteras. Su método favorito de ejecución, el empalamiento, le valió el temido apodo de “el Empalador”.
Tras el asesinato de su padre y su hermano a manos de los boyardos (nobles valacos), Vlad III inició una sangrienta lucha por el trono. En 1456, tras matar en combate a su rival Vladislav II, asumió nuevamente el liderazgo de Valaquia.
Su gobierno se caracterizó por una guerra abierta contra la nobleza local, los comerciantes sajones y el Imperio Otomano. Vlad III no solo empaló a miles de enemigos turcos, sino que aplicó castigos atroces también a vagabundos, mendigos y comerciantes alemanes que desafiaban su autoridad.
Uno de los episodios más macabros ocurrió en 1462, cuando el sultán Mehmed II invadió Valaquia con un ejército de 90.000 hombres. Vlad respondió empalando a más de 23.000 prisioneros y dejando sus cuerpos como advertencia en las afueras de Târgoviște. El espectáculo fue tan horroroso que las fuerzas otomanas se retiraron.
Aunque sus métodos eran despiadados, muchos rumanos consideran hoy a Vlad III un héroe nacional por su defensa frente a invasores extranjeros. A su vez, su figura fue demonizada en la Europa occidental mediante panfletos impresos por enemigos políticos, donde se lo presentaba como un monstruo sanguinario.
El personaje del Conde Drácula, inmortalizado por Bram Stoker, tomó prestado el nombre de Vlad III. El autor irlandés encontró una referencia al voivoda en el libro An Account of the Principalities of Wallachia and Moldavia (1820), de William Wilkinson. Allí se mencionaba que “Drácula” podía significar tanto “dragón” como “diablo” en valaco.
Aunque Stoker nunca viajó a Rumania, la historia de Vlad le proporcionó una base perfecta para crear un villano oscuro y carismático. No fue su única fuente: el mito del vampiro ya existía en la literatura europea, con obras como Carmilla o El Vampiro de Polidori. Sin embargo, Vlad III aportó la dosis exacta de historia real para cimentar la leyenda.
Una teoría reciente sugiere que Stoker también pudo haberse inspirado en los relatos de su madre sobre la epidemia de cólera en Sligo (Irlanda) en el siglo XIX. Las descripciones de enfermos enterrados vivos podrían haber influido tanto como la figura de Vlad en su concepción del no muerto.
En conclusión, Vlad III no solo fue una figura clave en la historia de Europa del Este, sino también el germen de uno de los mitos más perdurables de la literatura de terror. Su legado continúa, entre la historia y la ficción, como uno de los personajes más oscuros y fascinantes del pasado medieval.