En el contexto mundial, la inversión en educación es un indicador clave para evaluar las prioridades y el desarrollo de un país. Los datos recientes del informe Education at a Glance 2024 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) revelan una alarmante realidad para México. Comparado con los demás países miembros, México se sitúa en la última posición en cuanto a gasto por estudiante, lo que pone en evidencia el rezago del país en materia educativa.
A nivel global, el promedio de inversión anual por estudiante, desde la educación primaria hasta el nivel terciario, es de 14,200 dólares. Este dato se toma considerando la paridad del poder adquisitivo (PPA), un indicador que ajusta el costo de vida entre diferentes países. No obstante, México solo invierte 3,500 dólares por estudiante al año, muy por debajo del promedio de la OCDE. En el otro extremo, Luxemburgo lidera la lista con una inversión de 30,100 dólares por estudiante, destacando la enorme brecha entre los países que más y menos recursos destinan a la educación.
México no es el único país con bajos niveles de inversión educativa. Otros países que también presentan cifras bajas incluyen a Rumania, Türkiye, Bulgaria, Chile y Lituania. Sin embargo, la situación en México es particularmente crítica si se considera su tamaño económico y la relevancia de su posición geopolítica, especialmente dentro de la región de América Latina y el contexto del T-MEC, donde comparte intereses comerciales con Estados Unidos y Canadá.
En el otro lado de la balanza, países como Noruega, Islandia, Dinamarca, Austria y Estados Unidos destinan entre 15,000 y 25,000 dólares por alumno, demostrando que una mayor inversión puede correlacionarse con una mejor calidad educativa.
El gasto en educación no solo depende de la cantidad de dinero que un país asigna al sector, sino también de cómo se distribuyen esos recursos. En el análisis de la OCDE, el presupuesto educativo se desglosa en varios componentes clave:
- Servicios básicos: Los costos directos relacionados con la enseñanza, como salarios de maestros e infraestructura.
- Servicios auxiliares: Estos incluyen costos indirectos como comedores escolares y transporte.
- Investigación y desarrollo: Principalmente relevante en niveles educativos superiores.
En este sentido, el bajo salario de los docentes en México y la alta proporción de alumnos por maestro también son factores que agravan la situación. Un menor número de docentes tiende a afectar negativamente la calidad de la enseñanza, lo que puede tener repercusiones directas en el rendimiento de los estudiantes.
Otro aspecto crucial es el porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) que los países destinan a la educación. En México, la inversión es del 4.2% del PIB, una cifra que queda rezagada frente al promedio de la OCDE, que es del 4.9%. Este déficit, aunque parece pequeño en términos porcentuales, representa miles de millones de dólares que no se destinan a mejorar la calidad educativa.
Además, en México ha habido un descenso preocupante en el gasto en educación temprana, crucial para el desarrollo de las habilidades cognitivas y sociales de los niños. De 2015 a 2021, este gasto se redujo en un 18%, mientras que en la mayoría de los países de la OCDE, dicha inversión ha aumentado.
El informe también revela una correlación significativa entre el rendimiento de los estudiantes en la prueba PISA (Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes) y el gasto acumulado por estudiante entre los seis y los quince años. En general, un mayor gasto por estudiante se asocia con mejores resultados, hasta un umbral de 100,000 dólares. Sin embargo, este no es el único factor determinante. Países como Japón obtienen mejores resultados con una inversión un 30% menor que la de Estados Unidos, que destina 150,000 dólares por alumno en el mismo período.
La conclusión principal del informe es que no solo importa cuánto se invierte, sino cómo se asignan los recursos. Una distribución estratégica del presupuesto educativo puede elevar la calidad de la enseñanza, algo que en México parece no estar sucediendo.
En México, la correlación entre inversión y rendimiento es alarmantemente baja. Con una inversión acumulada de solo 29,400 dólares por estudiante desde la primaria hasta el final de la secundaria, los resultados en la prueba PISA son de los más bajos entre los países de la OCDE. En matemáticas, por ejemplo, los estudiantes mexicanos obtienen en promedio 395 puntos, una de las peores calificaciones.
Este bajo rendimiento en educación es especialmente preocupante en un país que ya enfrenta otros desafíos, como la falta de acceso a servicios de salud de calidad y una creciente desigualdad socioeconómica.
En conclusión, la baja inversión educativa en México es un reflejo de las prioridades económicas del país, pero también un llamado de atención urgente. Si México aspira a mejorar su posición en el escenario internacional y a garantizar un futuro próspero para sus jóvenes, es crucial que reevalúe su estrategia en la asignación de recursos educativos. Invertir más y de manera más eficiente en la educación no solo mejorará los resultados académicos, sino que también contribuirá al desarrollo económico y social del país a largo plazo.