Mientras México debate una transformación sin precedentes en su sistema judicial, surgen nombres que encarnan lo que esta reforma busca erradicar. Uno de ellos es Alejandro Avante, magistrado presidente de la Sala Regional Toluca del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Aunque ahora busca ser parte del nuevo modelo de elección por voto popular, su trayectoria despierta dudas legítimas sobre la congruencia y la verdadera voluntad de cambio.
Un perfil cómodo en el viejo esquema
Alejandro Avante no representa una figura nueva o ajena al poder. Al contrario: ha formado parte del aparato judicial por años, y su ascenso dentro del mismo coincide con una época marcada por redes familiares, favores internos y estructuras cerradas. Es precisamente ese sistema —que operaba a puerta cerrada y al margen del escrutinio ciudadano— el que hoy se pretende reformar.
Paradójicamente, Avante busca perpetuarse en el nuevo esquema que promete abrir las puertas a la ciudadanía, pese a haber sido un beneficiario evidente de las reglas que se intentan superar. Su silencio público ante la reforma judicial no es neutralidad: es una estrategia política para no incomodar al sistema del cual ha formado parte.
Vínculos incómodos que no se olvidan
Sin estar implicado directamente, Alejandro Avante ha sido señalado por su vínculo familiar con la jueza que liberó a Kamel Nacif, empresario acusado de estar relacionado con redes de explotación infantil y corrupción. La decisión de esa jueza provocó indignación nacional y puso en evidencia las grietas del sistema judicial.
Aunque Avante no haya emitido una sola palabra sobre ese caso, su cercanía a figuras clave de un sistema opaco no puede ignorarse. En una etapa de renovación, esos silencios pesan tanto como las acciones.
Sheinbaum y el mensaje de ruptura
La presidenta Claudia Sheinbaum lo dijo sin rodeos:
“Antes eran elegidos por unos cuantos; ahora será el pueblo quien decida. […] Yo por eso renuncié a mi facultad de proponer ministros. Ahora que el pueblo elija. Por eso es importante que se informen”.
Ese “infórmense” no es casual. Es una advertencia: no todo aquel que dice sumarse a la transformación lo hace por convicción. Hay quienes buscan mantenerse a flote cambiando de discurso, no de principios.
¿Cambio real o simulación?
Alejandro Avante se postula como si nada hubiera pasado. Como si su trayectoria no estuviera anclada en los cimientos de un Poder Judicial donde la meritocracia era una excepción, y las relaciones personales la regla.
Lo preocupante no es su participación legal en el nuevo proceso, sino la carga simbólica de su figura. ¿Puede representar el nuevo modelo alguien que nunca cuestionó el anterior? ¿Es esta la cara que debería tener una justicia renovada?
El riesgo de legitimar al pasado
Permitir que perfiles como el de Avante se validen en las urnas sin escrutinio público es dar un paso atrás. Es legitimar a quienes, en lugar de liderar el cambio, lo ven como una oportunidad para adaptarse y conservar poder. Y ese tipo de continuidad disfrazada es lo que más daño puede hacer a la legitimidad de la reforma.
No se puede cambiar el sistema con los mismos de siempre
La Cuarta Transformación exige no solo nuevas reglas, sino nuevos protagonistas. Alejandro Avante no ha demostrado ser uno de ellos. Su trayectoria, sus vínculos y su silencio ante los excesos del pasado lo colocan más cerca del problema que de la solución.
En tiempos de elección popular, el pueblo tiene la última palabra. Pero el periodismo tiene la responsabilidad de mostrar quién es quién, y dejar claro que no todo el que se viste de cambio ha dejado atrás el viejo traje del privilegio.
🛡️ Nota editorial:
Este artículo representa una opinión crítica basada en hechos de dominio público y no pretende descalificar de forma personal al sujeto mencionado. La intención es contribuir a un debate democrático informado y responsable.