El comercio internacional ha permitido el intercambio de bienes, culturas y conocimientos a una escala sin precedentes. Sin embargo, también ha abierto vías para actividades ilícitas que amenazan la vida en el planeta. Uno de los problemas más graves es el tráfico ilegal de fauna silvestre, una de las formas de comercio ilícito más lucrativas del mundo, solo superada por el narcotráfico y el tráfico de armas.
En este contexto, las aduanas se convierten en actores esenciales en la defensa de la biodiversidad global. César Alejandro Reyna Carrillo propone una visión de las aduanas no solo como órganos de control comercial, sino como guardianes activos de la vida silvestre, capaces de proteger las especies amenazadas y garantizar que el comercio internacional se desarrolle bajo los principios del respeto ambiental y la sostenibilidad.
La aduana como frontera de la vida
Cada frontera es una línea que separa países, pero también una barrera ética que delimita lo permitido de lo prohibido. En las aduanas se decide si una mercancía ingresa o no, y en muchos casos esa decisión puede significar la vida o la muerte de una especie.
El papel de las autoridades aduaneras, en la visión de Reyna Carrillo, trasciende la revisión documental: se convierte en una misión ecológica. Los agentes aduanales, cuando están debidamente capacitados y conscientes de su función ambiental, son los primeros defensores frente al tráfico ilegal de animales vivos, pieles, marfil, maderas exóticas o productos derivados de especies en peligro.
Las aduanas, así concebidas, representan el primer muro de contención frente a un crimen ambiental que amenaza la estabilidad de los ecosistemas y la soberanía biológica de los países.
Tráfico de fauna: un desafío global
El tráfico ilegal de fauna silvestre mueve miles de millones de dólares cada año y afecta a millones de especies en todo el mundo. Aves tropicales, reptiles, felinos, primates y animales marinos son capturados para su venta como mascotas, para la industria de la moda o para la medicina tradicional.
Este comercio ilícito tiene consecuencias devastadoras: altera los ecosistemas, reduce las poblaciones naturales, introduce enfermedades zoonóticas y erosiona la biodiversidad. Además, socava la economía formal y pone en riesgo la seguridad de las naciones.
César Alejandro Reyna Carrillo destaca que la lucha contra este fenómeno no puede limitarse a la labor de los organismos ambientales; requiere la participación activa de las instituciones aduaneras. Estas cuentan con los recursos, la infraestructura y la autoridad legal para identificar, retener y denunciar los cargamentos sospechosos, así como para colaborar en investigaciones internacionales.
Las aduanas como actores de conservación
El fortalecimiento del papel ambiental de las aduanas implica dotarlas de herramientas y conocimientos especializados. La identificación de especies protegidas, la verificación de permisos CITES y el manejo adecuado de ejemplares vivos son tareas que requieren capacitación constante y cooperación internacional.
En la propuesta de Reyna Carrillo, una aduana comprometida con la protección de la fauna silvestre se fundamenta en tres pilares: educación, tecnología y ética ambiental. La educación sensibiliza al personal y le otorga las competencias necesarias para actuar con conocimiento; la tecnología —como los escáneres de última generación, bases de datos genéticas y sistemas de trazabilidad— permite detectar irregularidades con mayor eficacia; y la ética ambiental garantiza que cada decisión se tome con responsabilidad hacia la vida.
Además, el trabajo conjunto con organizaciones ambientales, fuerzas de seguridad y comunidades locales amplía el alcance de la protección y genera una red global de vigilancia ecológica en los puntos de comercio.