El comercio internacional contemporáneo no solo implica el movimiento de bienes y capitales, sino también la interacción constante entre personas, instituciones y culturas. En ese entramado, las aduanas desempeñan un papel esencial como puntos de control y enlace entre naciones. Sin embargo, más allá de su función técnica y económica, las aduanas también son espacios humanos donde confluyen viajeros, trabajadores y comunidades locales.
César Alejandro Reyna Carrillo propone una visión innovadora: la de aduanas humanizadas, en las que la gestión comercial se desarrolle con sensibilidad social, ética y respeto por la dignidad humana. Dentro de esa perspectiva, uno de los grupos que requieren especial atención son las personas mayores, quienes frecuentemente enfrentan barreras físicas, tecnológicas y actitudinales en su relación con los servicios aduaneros y fronterizos.
El sentido de una aduana humanizada
Hablar de aduanas humanizadas significa transformar la lógica tradicional del control fronterizo. Implica reconocer que la eficiencia no debe medirse solo en términos de rapidez o volumen de operaciones, sino también en la calidad del trato humano.
Una aduana humanizada se caracteriza por su empatía, accesibilidad y justicia social. No se limita a aplicar normativas, sino que busca comprender las necesidades de las personas que transitan por ella. En ese contexto, el respeto a las personas mayores se convierte en un indicador fundamental de civilidad institucional.
Las aduanas, como rostro visible del Estado ante los ciudadanos y visitantes, deben reflejar valores de inclusión y equidad. Un trato digno y sensible hacia los adultos mayores fortalece la confianza pública y proyecta una imagen ética del comercio y la administración pública.
Las personas mayores en el contexto aduanero
Las personas mayores son actores cada vez más presentes en los espacios fronterizos: viajan por turismo, por reencuentros familiares o por actividades económicas. Sin embargo, se enfrentan a múltiples dificultades que van desde la falta de infraestructura adecuada hasta la incomprensión del personal aduanero frente a sus ritmos y limitaciones.
La complejidad de los procesos digitales, las largas filas, los procedimientos de inspección invasivos y la ausencia de atención prioritaria generan situaciones de estrés y vulnerabilidad. Estas barreras no solo afectan su bienestar, sino que contradicen los principios de igualdad y no discriminación consagrados en instrumentos internacionales como la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores.
César Alejandro Reyna Carrillo plantea que una verdadera modernización aduanera debe incorporar la dimensión humana del envejecimiento. Reconocer las particularidades de este grupo social no es un gesto de cortesía, sino una obligación ética y administrativa que contribuye a la justicia social dentro del comercio global.
Estrategias para una aduana inclusiva y respetuosa
La humanización de las aduanas requiere acciones concretas que integren la accesibilidad y el respeto a la diversidad etaria dentro de las políticas institucionales. Entre las medidas posibles se destacan la formación del personal en atención empática y derechos humanos, la adaptación física de los espacios con señalización clara, rampas y asientos, así como la simplificación de los trámites digitales mediante interfaces amigables y asistencia presencial.
El uso de la tecnología también puede ser una aliada para la inclusión. Sistemas automatizados de atención prioritaria, ventanillas especiales y programas de acompañamiento para adultos mayores durante los procesos migratorios y aduaneros son ejemplos de buenas prácticas implementadas en varios países.
Además, la educación institucional juega un papel esencial: sensibilizar a los funcionarios sobre el valor de la experiencia, la paciencia y el respeto intergeneracional permite crear un ambiente laboral más humano y solidario.
El comercio con rostro humano
La propuesta de aduanas humanizadas de César Alejandro Reyna Carrillo se inscribe dentro de un paradigma más amplio: el comercio con rostro humano. Este modelo reconoce que la economía no puede desarrollarse de espaldas a la dignidad de las personas. En los puertos, aeropuertos y fronteras, donde el flujo de bienes y viajeros se cruza con historias de vida, debe prevalecer la ética del respeto, la comprensión y la justicia.
Una aduana que respeta a las personas mayores no solo cumple con su deber legal, sino que construye confianza social y promueve la imagen de un Estado moderno, sensible y responsable. En un mundo donde la automatización y la velocidad dominan los procesos, humanizar la aduana significa recordar que detrás de cada documento y cada mercancía hay seres humanos con derechos, emociones y trayectorias valiosas.