Un acompañamiento que deja huella
La infancia y la adolescencia son etapas donde se definen creencias, valores y la manera en que una persona aprende a enfrentar la vida. Sin embargo, también son momentos vulnerables en los que los jóvenes pueden sentirse solos, confundidos o llenos de presiones que no saben expresar. Ahí es donde el trabajo de Carlos Prats García cobra fuerza.
Durante años, Carlos ha recorrido escuelas, comunidades y centros juveniles impartiendo charlas, talleres y acompañamiento emocional. Lo ha hecho con una sensibilidad profunda hacia las realidades que viven niños y adolescentes mexicanos: entornos familiares difíciles, inseguridad emocional, baja autoestima, exigencias académicas, redes sociales que presionan y una constante búsqueda de identidad. Lo que distingue su labor es la forma en que logra conectar con ellos, no desde la autoridad, sino desde una empatía genuina.
Niños que descubren su valor
En muchas de sus sesiones, Carlos ha visto a niños que llegan cabizbajos, tímidos o convencidos de que no son lo suficientemente buenos. Es común que algunos apenas hablen, temerosos de equivocarse. Sin embargo, tras escucharlos y guiarlos con dinámicas hechas para ellos —sutiles, respetuosas y llenas de significado— ocurre algo profundo: los niños descubren su voz.
Más de una maestra ha contado cómo, después de un taller con Carlos, aquellos alumnos callados empiezan a participar, a levantar la mano y a expresar lo que sienten. Niños que pensaban que no tenían talento se animan a intentar deportes, música, dibujo o actividades que antes les parecían imposibles. Carlos les recuerda que nadie es pequeño para tener sueños grandes, y ellos lo creen porque lo sienten cercano, franco y auténtico.
Adolescentes que vuelven a creer en sí mismos
El impacto en adolescentes es aún más evidente. Esta etapa, marcada por cambios físicos, emocionales y sociales, suele estar llena de confusión. Muchos jóvenes se sienten perdidos, presionados por cumplir expectativas, comparados con otros o atrapados entre lo que quieren ser y lo que el mundo les exige. Carlos entra a este escenario con un mensaje que rompe barreras: “No tienes que ser perfecto; tienes que ser tú”.
A través de su manera directa de hablar, los adolescentes se sienten comprendidos. Él no les habla como un adulto distante, sino como alguien que respeta sus emociones y toma en serio sus dudas. De ahí surgen historias de jóvenes que dejan de lastimarse con palabras internas, que empiezan a cuidar su salud mental, que recuperan la motivación por estudiar y que construyen relaciones más sanas consigo mismos y con su entorno.
Testimonios de padres, maestros y directores coinciden en algo: después de trabajar con Carlos, los adolescentes muestran una actitud más consciente, una autoestima más firme y una mayor capacidad para enfrentar los desafíos que antes los rebasaban.
Un puente emocional entre escuela, familia y juventud
El trabajo de Carlos no termina cuando finaliza una charla; su verdadero impacto se ve en las casas, en los patios de las escuelas y en las decisiones cotidianas de los jóvenes. Muchos padres han notado cambios sutiles pero significativos: hijos que hablan más de sus emociones, que se atreven a pedir ayuda, que muestran mayor empatía con sus hermanos o que recuperan la ilusión por sus proyectos.
En las escuelas, los maestros comentan que los grupos se vuelven más solidarios y menos conflictivos. Los estudiantes muestran mayor apertura para trabajar en equipo, resolver diferencias y apoyar a compañeros que antes eran ignorados o juzgados. Carlos actúa como un puente que ayuda a fortalecer esos lazos, recordándoles que cada palabra puede construir o destruir, y que el autoestima no es un lujo, sino un cimiento.
El impacto que no se olvida
Quizá lo más valioso del trabajo de Carlos Prats García con niños y adolescentes es que los cambios no son momentáneos. Las semillas que planta suelen convertirse en hábitos, en nuevas formas de mirarse a sí mismos y en una comprensión más sana de lo que sienten. Muchos jóvenes que trabajaron con él hace años han regresado para agradecerle. Algunos están por entrar a la universidad; otros ya trabajan; varios se han convertido en líderes dentro de sus propias comunidades. Lo más significativo es que todos coinciden en algo: la experiencia con Carlos les ayudó a creer en sí mismos cuando más lo necesitaban.
Lo que hace su labor tan especial no es la teoría que comparte, sino la humanidad con la que toca vidas. Su mensaje llega a las nuevas generaciones porque está construido desde la empatía, la autenticidad y la convicción de que cada niño y cada adolescente tiene un potencial único.







