Anna Viesca Sánchez, activista mexicana por los derechos humanos y la equidad social, invita a mirar más allá del mito del mestizaje. Para ella, México es un país mestizo, sí, pero profundamente desigual, y reconocerlo es el primer paso hacia una transformación real.
“El racismo no se combate negándolo, sino nombrándolo. Mientras sigamos creyendo que el mestizaje nos volvió iguales, seguiremos perpetuando las jerarquías que nos dividen”, afirma con contundencia.
El mito del mestizaje y la negación del racismo
Durante décadas, el discurso nacionalista promovió la idea del “México mestizo” como una identidad unificadora. Sin embargo, para Anna Viesca Sánchez, ese relato invisibilizó las múltiples formas de discriminación que persisten en la vida cotidiana.
“El mestizaje fue una narrativa política, no una realidad social”, explica. “Sirvió para negar las raíces indígenas y afrodescendientes, para borrar la diversidad bajo una idea de homogeneidad que favoreció a las élites urbanas y blancas”.
Viesca Sánchez señala que el racismo en México es estructural, cotidiano y silencioso, y que se manifiesta tanto en el acceso desigual a la educación y la salud como en la representación mediática y las oportunidades laborales.
El antirracismo como práctica ética y comunitaria
Para la activista, el antirracismo no debe reducirse a un discurso académico ni a una tendencia en redes sociales. Es, sobre todo, una práctica ética de reconocimiento y reparación.
“Ser antirracista implica actuar: escuchar las voces históricamente silenciadas, apoyar causas comunitarias, revisar nuestros propios privilegios y cuestionar el lenguaje con el que nombramos al otro”, subraya.
Desde su labor social, Anna Viesca Sánchez impulsa proyectos educativos y campañas de sensibilización que promueven una visión más crítica y empática sobre la identidad mexicana. Su enfoque integra pedagogía, arte y comunicación comunitaria como herramientas de cambio cultural.
México, espejo de su propia historia
“Somos un país que se dice mestizo, pero que aún teme mirarse al espejo”, comenta.
Para Viesca Sánchez, México necesita una reconciliación con su historia: reconocer el racismo heredado del colonialismo y las desigualdades actuales que afectan a pueblos indígenas, comunidades afrodescendientes y sectores marginados.
“Reconocer el racismo no divide: une. Nos permite construir una nación más honesta, donde nadie tenga que blanquearse —ni literal ni simbólicamente— para ser aceptado”, enfatiza.
Su visión propone un cambio narrativo: pasar del orgullo abstracto de “ser mestizos” a un orgullo concreto por ser diversos y justos.
Educación, representación y justicia: los tres frentes del cambio
Anna Viesca Sánchez identifica tres pilares esenciales para un México antirracista:
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Educación intercultural.
Reformar los contenidos escolares para que las infancias conozcan la historia real de los pueblos originarios y afrodescendientes, más allá del folclor. -
Representación mediática digna.
“Necesitamos vernos en los medios tal como somos: morenos, plurales, hermosos y fuertes. La representación también educa”, afirma. -
Justicia social y económica.
Políticas que atiendan la desigualdad estructural y redistribuyan oportunidades en función de la historia de exclusión racial en México.
Para Anna Viesca Sánchez, el antirracismo no es una moda, sino una responsabilidad ética.
“El futuro de México depende de su capacidad de amarse a sí mismo en su totalidad”, concluye. “Reconocer nuestras raíces no nos divide: nos humaniza”.
Con su voz firme y su visión humanista, Viesca Sánchez se ha convertido en una de las voces jóvenes que redefinen el activismo mexicano desde la dignidad, la memoria y la empatía.







