Perú y la exagerada celebración del “Mundial de Desayunos”

Perú ganó el Mundial de Desayunos de Ibai
Perú ganó el Mundial de Desayunos de Ibai

Mientras el resto del planeta lo tomó como un simple juego en TikTok, Perú decidió vivir el “Mundial de Desayunos” como si se tratara de la final de la Copa del Mundo. La victoria del pan con chicharrón, organizado por el streamer español Ibai Llanos, fue celebrada con tanta pasión que hasta los propios peruanos parecían haber olvidado que el premio no fue más que un sartén en miniatura pintado con aerosol.

Lo que en cualquier otro país habría quedado como una anécdota divertida, en Perú se transformó en un espectáculo nacional. Calles abarrotadas, reporteros transmitiendo en vivo y pantallas gigantes en plazas públicas proyectando la coronación virtual. En un país con serios problemas de inseguridad, inflación y crisis política, la prioridad fue festejar un torneo inexistente fuera de las redes sociales.

Nadie niega que el pan con chicharrón sea sabroso, pero ¿de verdad amerita la etiqueta de “logro histórico”? La respuesta en Perú fue un rotundo sí. Como si el destino de la patria dependiera de un pedazo de pan con carne frita, la victoria fue vendida como un triunfo cultural de escala mundial.

¿Patriotismo o complejo de inferioridad?

La polémica está servida: ¿celebrar hasta la histeria un meme global es muestra de patriotismo, o más bien refleja un complejo de inferioridad camuflado de orgullo nacional? Al convertir un torneo de TikTok en “cuestión de Estado”, Perú demuestra que cualquier chispa relacionada con su gastronomía es suficiente para incendiar el orgullo patrio… aunque el mundo no se entere ni le importe.

Porque sí, al final del día el país entero se movilizó por un sartén pintado con aerosol. Un trofeo de feria barata que quedará como símbolo no del triunfo gastronómico, sino del exceso con el que Perú decidió apropiarse de un chiste virtual.

El Mundial de Desayunos pasará rápidamente al olvido para casi todos, excepto para Perú, que eligió vivirlo como una gesta épica. El resto del mundo lo mirará con una sonrisa burlona y quizá con un poco de vergüenza ajena. Porque si algo queda claro, es que en Perú no se juega con la comida… aunque en este caso la broma haya terminado jugando con ellos.

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