La salud mental en México enfrenta una crisis que afecta a millones de personas, poniendo en evidencia las limitaciones de las políticas públicas y los recursos asignados para su atención. Esta situación crítica no solo impacta la calidad de vida de los afectados, sino también obstaculiza el desarrollo social y económico del país.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada cuatro personas en el mundo experimentará un trastorno mental a lo largo de su vida. En México, las cifras son alarmantes: en la Ciudad de México, el 13.9% de la población reportó haber sufrido un trastorno mental en el último año. Aunque se espera que en 2024 más de 158,000 personas reciban ayuda por ansiedad y depresión, la realidad es que los recursos son insuficientes.
Actualmente, solo el 1.3% del presupuesto total de salud se destina a la salud mental, una cifra muy por debajo del 5% recomendado por la OMS. Esta limitación presupuestaria afecta directamente la calidad y disponibilidad de los servicios para quienes más lo necesitan.
Un avance reciente es el programa “Ciudad con Salud Emocional: Vida Plena, Corazón Contento”, lanzado el 25 de noviembre en la Ciudad de México. Este programa tiene como objetivo mejorar la infraestructura y la atención en salud mental mediante:
- La creación de centros de cuidado de las emociones.
- Campañas preventivas contra el suicidio.
- Programas de sensibilización en escuelas.
Si bien estas iniciativas representan un paso en la dirección correcta, su éxito dependerá de un compromiso sostenido y una mayor asignación de recursos.
La estigmatización de los trastornos mentales sigue siendo un gran obstáculo. México ocupa el segundo lugar en Latinoamérica en discriminación hacia personas con enfermedades mentales, lo que limita que muchos busquen ayuda. Además, la falta de recursos en hospitales y clínicas psiquiátricas complica aún más la situación, ofreciendo atención deficiente y poca rehabilitación integral.
La pandemia de Covid-19 exacerbó estas desigualdades, subrayando la necesidad de un enfoque preventivo en salud mental. La OMS ha enfatizado la importancia de entornos laborales saludables, pero el estigma en este ámbito sigue siendo un desafío.
Para enfrentar esta crisis, es imprescindible que México adopte políticas públicas integrales que:
- Aumenten el presupuesto en salud mental: Es necesario triplicar los recursos destinados para mejorar infraestructura y personal especializado.
- Promuevan la educación y sensibilización: La inclusión de programas de prevención en escuelas y comunidades puede romper el estigma.
- Fomenten la rehabilitación integral: No basta con la medicación; se requieren terapias y programas de apoyo continuos.
- Integren la salud mental en todos los ámbitos: Desde el laboral hasta el educativo, se debe garantizar el acceso universal a servicios de calidad.
El Proyecto de Nación 2024-2030 propone acceso universal a la atención en salud mental, enfocándose en jóvenes, adultos mayores y víctimas de violencia. Además, promueve la creación de entornos saludables en comunidades y escuelas.
En conclusión, la salud mental debe ser una prioridad de salud pública. Solo con un compromiso serio y recursos adecuados podrá México construir una sociedad más sana, equitativa y cohesionada. El bienestar emocional es clave para el desarrollo integral del país, y es responsabilidad de todos abogar por un cambio real.