En Toluca, un grupo de adultos mayores demuestra que la edad no es un límite para seguir activos. Entre zapateados y faldas coloridas, hombres y mujeres de entre 65 y 70 años se reúnen para mostrar que aún tienen energía, entusiasmo y mucho que aportar.
“Ya no nos toman en cuenta, creen que hemos perdido la capacidad de hacer las cosas”, comentó Mari, integrante del grupo, al subrayar que bailar se ha convertido en una forma de reivindicar su lugar en la sociedad.
La danza folclórica no solo es un espectáculo cultural, también es una herramienta de salud física y emocional. Según Arturo Francisco Cuenca, maestro del Grupo Folclórico Xochiquétzal, este espacio les permite ejercitarse, despejar la mente y convivir de forma sana.
“Les ayuda a recrearse, a no quedarse en casa pensando en problemas. Aquí encuentran un motivo para sonreír y sentirse útiles”, señaló.
Cada domingo, alrededor de 25 participantes se reúnen en el Parque Metropolitano Bicentenario de Toluca. Aunque ninguno es bailarín profesional, todos interpretan con entusiasmo sones jarochos, jarabes, huapangos, polkas y melodías de mariachi.
El parque se transforma en un escenario donde reinan la alegría y la camaradería. Además de los ensayos, organizan convivencias especiales en fechas importantes, como Navidad o Año Nuevo.
Más allá del ejercicio, la danza se convierte en un espacio para crear vínculos. Risas, anécdotas y relatos de vida se entrelazan en cada ensayo. “Todos tenemos historias de trabajo, viajes o experiencias culturales, y descubrimos que aún podemos lograr muchas cosas”, compartió Maru, otra de las integrantes.
Aunque la mayoría del grupo lo conforman adultos mayores, la invitación está abierta al público en general. La intención es que jóvenes y adultos coincidan en un mismo escenario para mantener vivas las tradiciones.
“El problema es que muchos jóvenes ya no se interesan por estos bailes, prefieren otros géneros. Pero si no se acercan, llegará un momento en que nadie preserve estas raíces”, advirtió Cuenca.
En conclusión, el esfuerzo de los participantes ha sido reconocido en presentaciones públicas y en escuelas. Los aplausos y la admiración del público les han dado motivación para continuar. Para ellos, bailar ya no es solo un pasatiempo: es un símbolo de unión, orgullo y vida.