Con el arranque de la temporada agrícola, productores del Estado de México comenzaron la preparación de sus tierras para la siembra de la tradicional flor de cempasúchil, símbolo esencial del Día de Muertos y parte fundamental de las festividades religiosas en honor a San Juan Bautista.
El cultivo de la flor de cempasúchil no solo representa una costumbre ancestral, sino también una fuente significativa de ingresos para las comunidades rurales del estado. Durante el mes de junio, los campesinos esparcen las semillas que fueron cuidadosamente almacenadas tras la temporada de muertos del año anterior. Aproximadamente un mes después, las plántulas son trasplantadas en surcos para asegurar un desarrollo óptimo hasta su cosecha.
De acuerdo con datos del Sistema de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), en territorio mexiquense se cultivan anualmente más de 90 hectáreas de flor de manojo y 3 hectáreas de flor en maceta, lo que genera una derrama económica de aproximadamente 14 millones de pesos.
Este cultivo beneficia principalmente a municipios como Chicoloapan, Chimalhuacán, Ozumba, Tenancingo, Atlacomulco y Texcoco, donde cientos de familias dependen de esta actividad agrícola estacional.
La flor de cempasúchil, también conocida como “flor de los muertos”, será cosechada durante los últimos días de octubre. Su vibrante color anaranjado y su característico aroma decorarán miles de altares y cementerios a lo largo del país, como parte del homenaje a los seres queridos que han partido.
Más allá de su uso ornamental, la flor de cempasúchil se ha convertido en un motor económico y cultural para el Estado de México, preservando tradiciones que fortalecen la identidad nacional y generan oportunidades de empleo en zonas agrícolas.
En conclusión, con la llegada de la temporada, las comunidades campesinas continúan sembrando vida, tradición y memoria, asegurando que cada pétalo de cempasúchil mantenga viva la conexión entre el presente y el pasado.