Para empezar, déjame decirte algo que suena absurdo pero es real: en Toluca hoy es más sencillo encontrar quién te venda droga que quién te llene el tinaco. Sí, así de retorcida está la cosa. Mientras tú y yo seguimos haciendo malabares para juntar agua para bañarnos o lavar un par de trastes, hay esquinas donde el narcomenudeo opera con más “eficiencia” que el mismísimo ayuntamiento. ¿No te parece increíble que conseguir unos litros de agua cueste más trabajo que una bolsita de lo que sea?
Y es que, siendo honestos, la ciudad se siente cada vez más abandonada. Por un lado, tienes a familias enteras rogando por una pipa que no llegue tarde, no cobre como si trajera agua bendita y que, si se puede, no los deje plantados. Por el otro, tienes a bandas operando a plena luz del día sin que nadie parezca inmutarse. El contraste es tan ridículo que uno no sabe si reír o llorar. ¿Cómo puede ser que los únicos que parecen “trabajar” sin fallar nunca sean los narcos?

Además, el ayuntamiento actúa como si no pasara nada. Lo del agua es ya un desastre monumental: colonias enteras llevan días sin una sola gota y las pipas privadas cobran como si llenaran albercas olímpicas con agua de manantial. Pero del otro lado, los focos rojos de inseguridad crecen y crecen, y la respuesta municipal es un eterno “estamos trabajando”. ¿En qué exactamente están trabajando si ni el agua llega ni la seguridad mejora?
Para rematar, la vida diaria se volvió un juego de supervivencia absurdo. Sales a la calle pensando cómo ahorrar los últimos litros del tinaco, mientras ves que las esquinas que antes eran tranquilas ahora tienen movimiento raro a todas horas. Y lo más triste es que ya ni sorprende: la gente se acostumbró a vivir con miedo y sin agua, como si fuera parte del paquete de vivir en Toluca. ¿Desde cuándo nos conformamos con tan poquito?
Al final, lo que más duele es ver que la autoridad está pintada. El Presidente Municipal parece tener tiempo para eventos, discursos y fotos, pero no para resolver lo urgente: agua y seguridad. Dos cosas básicas. Dos cosas esenciales. Dos cosas que brillan por su ausencia. Y si esto sigue así, ¿qué nos va a faltar después si ya hasta lo más elemental es un lujo?








