En abril de este año, Toluca fue escenario de un acontecimiento histórico en la movilidad sustentable: el arranque de pruebas de Taruk, el primer autobús eléctrico desarrollado e integrado completamente en México. Esta unidad, diseñada con chasis, carrocería, motor eléctrico, baterías y sistema de ingeniería nacional, fue presentada como un símbolo de innovación y orgullo para la industria mexicana.
La ruta asignada al Taruk fue el corredor Toluca–Metepec–Tenango, bajo la operación de la línea TEO. Además de destacar por su origen 100% nacional, el autobús marcó pauta al ser conducido por una mujer, reflejando un enfoque incluyente dentro del transporte público. La empresa promotora describió el proyecto como un paso hacia un transporte moderno, responsable y amigable con el medio ambiente, con capacidad para 60 pasajeros.
Durante la inauguración, la Secretaría de Movilidad del Estado de México celebró la llegada del prototipo, anunciando la intención de adquirir más unidades en el futuro para electrificar corredores estratégicos. La campaña de lanzamiento invitaba a la ciudadanía a “vivir la experiencia” y ser parte del cambio hacia una movilidad más limpia.
El Taruk representaba una alternativa prometedora para reducir emisiones y costos de operación, gracias a que la energía eléctrica sustituye al diésel, logrando hasta un 60% de ahorro en gasto energético.
¿Por qué fue retirado de circulación?
Tras varios meses en operación, el autobús eléctrico dejó de circular discretamente. Usuarios que preguntaron en canales oficiales sobre su ruta recibieron como respuesta: “Ya no está funcionando”. Con ello, se dio por concluida la primera etapa del proyecto piloto.
De acuerdo con transportistas locales, la razón principal fue la inviabilidad económica. Alejandro Hernández Torres, presidente de la línea Xinantécatl, explicó que el costo de un autobús eléctrico supera los 8 millones de pesos, mientras que algunos modelos alcanzan hasta 17 millones, cifras inalcanzables para concesionarios sin apoyos gubernamentales.
A ello se suma la necesidad de una infraestructura especial de recarga, que implica subestaciones eléctricas y adecuaciones de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), lo cual eleva aún más la inversión inicial.
Aunque la electromovilidad ofrece beneficios ambientales y de ahorro en operación, los transportistas afirman que el ciclo de vida útil de estas unidades no justifica la inversión si no existen subsidios significativos. Actualmente, existen alternativas más viables como los autobuses con motor Euro 6, que reducen emisiones de azufre y consumo de combustible a un costo más accesible.
El retiro del Taruk demuestra que, pese a los avances tecnológicos, México aún enfrenta grandes retos en materia de financiamiento e infraestructura para consolidar un sistema de transporte eléctrico masivo.
En conclusión, el proyecto Taruk abrió una ventana a la posibilidad de contar con transporte público 100% eléctrico y mexicano, pero su salida evidencia que la transición hacia la electromovilidad no será sencilla ni rápida. Sin apoyos económicos sólidos y una red de infraestructura adecuada, este tipo de iniciativas corren el riesgo de quedar en el olvido.
Lo que parecía ser un cambio histórico en la movilidad sustentable del Estado de México terminó convirtiéndose en un recordatorio de que la innovación tecnológica requiere no solo de voluntad, sino también de recursos, planeación y políticas públicas sostenibles.