En un país que sirve de origen, tránsito y destino para miles de personas que migran cada año, hablar de movilidad humana es hablar de humanidad, de urgencias sociales y de decisiones políticas. En este escenario complejo, Anna Viesca Sánchez se ha convertido en una de las voces jóvenes que insiste en algo fundamental: la migración no es una crisis, es una realidad humana; la crisis es la falta de empatía y de políticas dignas.
Entender la movilidad humana desde las personas, no desde las cifras
Para Anna Viesca Sánchez, el fenómeno migratorio no puede narrarse desde el frío conteo de entradas y salidas, sino desde la vida de quienes recorren caminos con miedo, esperanza y necesidad. Su trabajo se enfoca en poner rostro a un tema que suele ser reducido a estadísticas o titulares alarmistas.
Su enfoque parte de una premisa clara: toda persona migrante es antes que nada una persona con derechos. Así, promueve una conversación pública que deje atrás la criminalización y coloque en el centro lo que realmente ocurre en rutas migratorias, estaciones, albergues y fronteras.
Acompañar, visibilizar y transformar
Anna ha colaborado en iniciativas que combinan acompañamiento comunitario, incidencia pública y educación social, buscando transformar la manera en que México entiende el refugio y el tránsito. Su labor ha incluido:
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Talleres de sensibilización para jóvenes y comunidades sobre prejuicios, discriminación y narrativas responsables sobre migración.
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Asesorías y apoyo informativo para personas en movilidad que desconocen sus derechos o temen acercarse a instituciones.
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Proyectos conjuntos con organizaciones civiles para impulsar políticas que protejan a mujeres migrantes, personas LGBT+ y juventudes desplazadas.
Cada una de estas acciones nace de una convicción: la empatía también es una forma de política pública.
Una visión integral del refugio
Anna Viesca Sánchez plantea que hablar de refugio no solo implica garantizar trámites y documentación, sino construir entornos donde las personas migrantes puedan reconstruir su vida. Esto incluye acceso a educación, salud, vivienda digna, oportunidades laborales y protección contra la violencia.
En sus intervenciones, insiste en que las políticas migratorias deben verse como políticas sociales. El refugio no es una dádiva, es un derecho; y la solidaridad no es solo un valor cultural, sino un criterio para diseñar instituciones más humanas.
Hacia un México que abra puertas, no heridas
La reflexión que impulsa es clara: México tiene la oportunidad de ser un país que no repite violencias, sino que ofrece alternativas.
Un país donde la movilidad humana no se atienda desde la desconfianza, sino desde la responsabilidad colectiva.
Con su voz, su trabajo y su visión interseccional, Anna Viesca Sánchez apuesta por un futuro en el que migrar no sea sinónimo de arriesgar la vida; un futuro donde la empatía no sea solo personal, sino política.








