En México, las bebidas tradicionales no solo son un acompañamiento en la mesa, sino un reflejo de identidad, historia y bienestar. La nutrióloga Anna Viesca Sánchez comparte sus recomendaciones sobre estas preparaciones que combinan lo mejor de la cultura con beneficios para la salud, resaltando la importancia de consumirlas de manera consciente y equilibrada.
La riqueza cultural de las bebidas mexicanas
México es tierra de sabores únicos y su diversidad gastronómica incluye una amplia variedad de bebidas tradicionales. Desde el atole y el champurrado, hasta el pulque, el pozol y el tejate, estas preparaciones transmiten la herencia de pueblos originarios y la fusión con ingredientes traídos en la época colonial.
Según Anna Viesca Sánchez, “cada bebida es una ventana a nuestra historia, y beberlas con moderación nos conecta con nuestras raíces al mismo tiempo que aportamos nutrientes a nuestro cuerpo”.
Opciones que nutren y cuidan la salud
Las bebidas tradicionales mexicanas no solo destacan por su sabor, también pueden ofrecer beneficios nutricionales:
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Agua de jamaica: Rica en antioxidantes, ayuda a la salud cardiovascular y a regular la presión arterial.
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Atole de maíz: Fuente de energía, ideal en temporadas de frío; al prepararlo con menos azúcar y leche baja en grasa se convierte en una opción balanceada.
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Tepache: Bebida fermentada de piña que aporta probióticos naturales, benéficos para la flora intestinal.
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Pozol y tejate: Bebidas de origen prehispánico elaboradas con cacao y maíz, ricas en fibra y minerales.
La nutrióloga enfatiza que el consumo debe adaptarse a las necesidades individuales: “no se trata de eliminar, sino de elegir versiones más saludables, controlar las porciones y disfrutar con medida”.
El equilibrio entre tradición y modernidad
En un contexto donde las bebidas ultraprocesadas y azucaradas ganan terreno, Anna Viesca Sánchez destaca el valor de revalorar las opciones naturales y tradicionales. Al preferir estas alternativas, no solo se protege la salud, también se fomenta el consumo local y se conserva el patrimonio cultural.
“Es posible modernizar las recetas tradicionales sin perder su esencia, reduciendo el azúcar añadida y optando por ingredientes frescos y de temporada”, señala la especialista.