En el Estado de México, los incendios forestales se han convertido en una preocupante constante, afectando extensas áreas de vegetación cada año. Según informes de la Protectora de Bosques del Estado de México (Probosque), la mayoría de estos siniestros son resultado directo de actividades humanas negligentes. Este artículo explora las causas, consecuencias y medidas de prevención en torno a esta crítica situación.
La negligencia humana sigue siendo el principal detonante de los incendios en áreas forestales. Actividades como las quemas agrícolas no supervisadas, el descuido al apagar fogatas, el arrojo de colillas de cigarro en zonas de pastizales y el uso irresponsable de pirotecnia en áreas cercanas a los bosques son las más destacadas. Alejandro Sánchez Vélez, Director General de Probosque, subraya la importancia de entender que pequeñas acciones pueden tener grandes repercusiones en el medio ambiente.
Durante la temporada seca de 2024, el Estado de México ha registrado 624 incendios forestales que han devastado aproximadamente 15,590 hectáreas. De estas, un 90% corresponde a pastizales y arbustos, mientras que un porcentaje menor afecta a áreas de bosque maduro y de regeneración. Estos eventos no solo alteran la biodiversidad local sino que también emiten grandes cantidades de carbono a la atmósfera, exacerbando el cambio climático.
Probosque ha implementado un “Semáforo de Riesgo de Incendios Forestales” como herramienta de monitoreo y respuesta. Este sistema clasifica los incendios en tres fases: activa (rojo), control (amarillo) y liquidación (verde), permitiendo una gestión más eficiente y una rápida movilización de recursos. La educación y concienciación de la comunidad juegan un papel crucial en la prevención, destacando la importancia de seguir regulaciones y evitar prácticas de riesgo durante periodos críticos.
Es evidente que la prevención de incendios forestales requiere un compromiso continuo y una colaboración activa entre las autoridades, comunidades locales y sectores agrícolas y pecuarios. Implementar prácticas agrícolas sostenibles, respetar las restricciones de fuego durante el estiaje y educar a la población sobre los riesgos y las precauciones necesarias son pasos esenciales para mitigar esta problemática. En última instancia, proteger nuestros bosques es proteger nuestro futuro.