La producción de jitomate en el Estado de México sufrió una notable disminución en 2024, al registrar 17,014 toneladas durante el ciclo otoño-invierno, lo que representa una caída del 27% en comparación con el año anterior, de acuerdo con cifras oficiales de la Secretaría de Agricultura del Gobierno Federal. Esta baja coloca a la entidad en el lugar número 14 en la producción nacional de jitomate.
En la región norte del estado, el municipio de Jocotitlán continúa siendo el principal bastión para el cultivo de jitomate en condiciones controladas, principalmente en invernaderos de alta tecnología. Este modelo ha permitido mantener la calidad del producto, aunque no ha sido suficiente para frenar la caída en el volumen total producido.
Según la Secretaría del Campo del Gobierno del Estado de México, en el año 2020, la producción de jitomate alcanzó un pico de 31,471 toneladas en Jocotitlán, mientras que en todo el territorio estatal se llegó a 113,000 toneladas, generando un valor de producción cercano a los 849 millones de pesos. Estos datos evidencian una tendencia descendente en los últimos años, especialmente preocupante para los productores locales.
A la disminución en la producción se suma un nuevo reto para el jitomate mexiquense y nacional: el riesgo de la imposición de un arancel del 20.9% por parte del gobierno de Estados Unidos, principal mercado de exportación del tomate mexicano.
Durante 2024, el 99.8% del jitomate exportado por México tuvo como destino Estados Unidos, lo que subraya la alta dependencia del sector hortícola mexicano respecto al mercado estadounidense. Una posible aplicación del arancel podría tener un impacto directo en los ingresos de los productores del Estado de México, particularmente en regiones como Jocotitlán que dependen fuertemente de esta actividad agrícola.
La baja en la producción y la amenaza de medidas comerciales adversas colocan al jitomate mexiquense en una posición delicada. Expertos del sector agrícola han señalado la necesidad de impulsar políticas de apoyo al campo, fortalecer los esquemas de comercialización nacional y explorar nuevos mercados internacionales que reduzcan la dependencia del vecino del norte.
En conclusión, se plantea como urgente la inversión en infraestructura agrícola y capacitación técnica, especialmente en tecnologías de cultivo bajo invernadero, que han demostrado ser más resistentes a variaciones climáticas y económicas.